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Noto que algunos feligreses no participan de las ordenanzas del lavamiento de pies y la Cena del Señor. ¿Qué podemos hacer para cambiar esa costumbre?
Es probable que haya varias razones para no participar en las ordenanzas del Señor. Una de ellas es la falta de comprensión de su importancia para la vida cristiana. 1. Ceremonia del Lavamiento de Pies: Cuando Jesús lavó los pies de los discípulos, mostró activamente el propósito mismo de su ministerio: Él no vino a ser servido sino a servir. Su vida siempre estuvo libre de preocupaciones egoístas y consagrada al servicio desinteresado por los demás. La ceremonia también era un llamado para que los discípulos dejaran de lado el egoísmo y llegaran a ser como él. Durante la ceremonia, Cristo está presente de manera particular mediante el Espíritu, toda vez que los presentes recuerdan su amor. Lo sorprendente, según Jesús mismo, es que los que participan en la ceremonia del lavamiento de pies ya han sido limpiados, y solo necesitan que les laven los pies (Juan 13:10; 15:3). En términos teológicos, han sido cubiertos por la justicia imputada de Cristo. Durante la ceremonia, esa experien¬cia inicial de la vida cristiana se extiende a los pecados cometidos después del bautismo. En ese momento, el Espíritu habla tiernamente al corazón y nos invita a mostrar contrición y arrepentimiento, con la seguridad absoluta del perdón de nuestros pecados. Este impor¬tante servicio fortalece la vida moral y espiritual de los creyentes y los une en servicio mutuo y con el Salvador. 2. La Cena del Señor: Es un recordatorio del sufrimiento y la muerte sacri¬ficial de Cristo. Puede ser que los creyentes vivan carga¬dos de preocupaciones, con escaso tiempo para pensar en su vida espiritual. Jesús se rehusó a que lo olvidaran. Nos dejó una ordenanza que, de seguirse como corres¬ponde, mantendrá fresca en la mente la inmensidad de su sacrificio eterno y llenará nuestra vida de gratitud. Él no debería ser olvidado jamás, porque sin su sacrificio redentor, la humanidad no tendría futuro. Esto explica que la ceremonia está asociada a la segunda venida de Cristo. Desde las alturas de la cruz, aguardamos con ansias un futuro sumamente glorioso. Por ahora, al recordarlo, la eficacia de su sacrificio se manifiesta una vez más en el corazón, infundiendo la gracia y el amor de Cristo. Al reflexionar sobre el Calvario y no en nuestras imperfec¬ciones, se despiertan las emociones sagradas del corazón y nuestra comunión con Cristo se hace más profunda. Tenemos que pasar más tiempo contemplando la obra insondable de expiación de Cristo, y la Cena del Señor es una de esas ocasiones en que esto se lleva a cabo personal y colectivamente en la unidad de fe y amor. 3. Ordenanzas: La participación en las sagradas ordenanzas del lavamiento de pies y la Cena del Señor no es opcional para los creyentes. Respecto del pan y la copa, Jesús fue muy claro: «Haced esto en memoria de mí» (1 Cor. 11:24, 25). Respecto del lavamiento de pies, dijo: «Ejemplo os he dado para que, como yo os he hecho, vosotros también hagáis» (Juan 13:15). Esa orden requiere que imitemos su ejemplo. No participar puede mostrar la negativa de disfrutar de la comunión eterna con Cristo (vers. 8). ¡Es un tema serio! El sábado es un recordatorio de la creación, que estableció el Ejemplar divino, y con gozo lo observamos. Lo mismo se aplica a las ordenanzas. Los que aún somos pecadores deberíamos participar en el lavamiento de los pies, y entonces sentarnos a la mesa del Señor para contemplar su gracia y belleza.