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Escrito por Ángel Manuel Rodríguez
¿Cuál es la evidencia bíblica de un período de angustia para la iglesia en el tiempo del fin?
En la Biblia, el «tiempo de angustia» se refiere a la experiencia de Jacob la noche antes de encontrarse con su hermano Esaú. Esa experiencia del Antiguo Testamento es usada para prefigurar la experiencia del pueblo de Dios poco antes del establecimiento del reino de Dios en la Tierra. Examinaré la experiencia de Jacob y los pasajes bíblicos pertinentes.
1. La experiencia de Jacob: Antes de encontrarse con Esaú, Jacob experimentó un fuerte sentido de culpa tanto por lo que le había hecho a su hermano como por su temor a la muerte (Gén. 32:11). Jacob «tuvo gran temor y se angustió [tsarar, «estar ansioso, atribulado, angustiado»]» (vers. 7). Su sentimiento de culpa lo llevó a buscar el perdón de Esaú por medio de regalos que lo apaciguaran (vers. 4, 5, 20). Esa noche, Jacob salió a orar, profundamente angustiado, luchando ante el Señor con un sentimiento de culpa y temor. Más tarde, al recordar su experiencia, dijo: «Levantémonos y subamos a Bet-el, pues allí haré un altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia [tsarah, «angustia, ansiedad, tribulación»]». El tiempo de angustia de Jacob y su liberación se convirtieron en un símbolo de esperanza para los que se encuentran en una situación similar (Sal. 20:1).
2. Aplicaciones para el tiempo del fin en Jeremías y Daniel: Jeremías anuncia al pueblo de Dios una experiencia futura similar a la de Jacob. El contexto del pasaje se refiere a la proclamación del retorno del pueblo del exilio (30:1-3), interrumpido por un mensaje del Señor que no se refiere al regreso del exilio sino a un futuro tiempo de angustia para el pueblo de Dios, del cual él también los librará (30:4-9). Después de ese paréntesis, el profeta regresa a la esperanza de un retorno del exilio (30:10, 11). El tiempo de angustia anunciado es un día de pánico y terror, palidez de rostro y la ausencia de shalom (vers. 5, 6). La imagen de hombres que experimentan dolores de parto es usada para indicar el temor y la incapacidad que tienen de vencer por sí solos al enemigo. Es un gran día, en el sentido de que no ha existido otro igual (vers. 7). Se llama específicamente «un tiempo de angustia [tsarah] para Jacob», es decir, para el pueblo de Dios (vers. 7). Dios, sin embargo, intervendrá y los liberará de él. Nunca más estarán bajo el poder de enemigos. El reino de Dios será establecido y servirán solo a su Rey y mesiánico Señor (vers. 8, 9).
Daniel 12:1-3 también se refiere a un tiempo de angustia para el pueblo de Dios. Al igual que en Jeremías, será un «tiempo de angustia [tsarah]» sin precedentes (vers. 1). El profeta indica que afectará a todos los seres humanos. Aunque el pueblo de Dios atravesará esa angustia, Dios interviene y los libra (vers. 1). Esa experiencia aterradora está asociada con el intento del rey del norte de exterminarlos, de lo cual son librados por Dios (45:44, 45). El tiempo de angustia se produce cuando Miguel se levanta para liberarlos, poco antes de la resurrección de los muertos (12:2). Es un evento del tiempo del fin.
3. El tiempo de angustia en el Apocalipsis: Apocalipsis nos habla de un tiempo de angustia para el pueblo de Dios en los últimos días, llamado por Juan «la hora de la prueba [thlipsis, «tribulación, angustia»]» (Apoc. 3:10). Es una tribulación global, pero no destruirá la fe del pueblo de Dios. Se describe a esas personas como «los que han salido de la gran tribulación [thlipsis]» y han permanecido fieles por la sangre del Cordero (7:14). Pasan por esa experiencia después de que son liberados los cuatro vientos de destrucción y poco antes del regreso de Cristo (6:17-7:3). Apocalipsis 13:11-17 aclara que, durante ese tiempo, al igual que en Daniel, el enemigo tratará de exterminar al pueblo de Dios, pero el Señor lo librará. Al igual que Jacob, sus integrantes experimentarán el temor de muerte y un profundo sentido de cuán indignos son. La referencia a la sangre del Cordero, sin embargo, indica que confiarán absolutamente en el poder de salvación de Dios, y que ninguno de ellos perecerá. Dios permite que pasen por esa difícil experiencia porque están seguros en sus manos (Apoc. 22:11).