Por nuestra salud

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¿Son las leyes sobre las impurezas, que se encuentran en Levítico y otros libros de la Biblia, leyes de salud?
Los estudiosos han debatido esa pregunta, y la mayoría de ellos le diría que no. Los adventistas probablemente se mostrarían más cautos al responderla, porque no separamos los aspectos espirituales de los físicos en la vida humana. Asimismo, varias evidencias bíblicas indican una clara preocupación por la salud dentro de las leyes sobre las impurezas. Analicemos algunas de esas evidencias. 1. La santidad y la impureza: Estos dos términos son importantes en Levítico, y señalan dos esferas opuestas de la existencia humana. Lo impuro pertenece a la esfera de la muerte, y no tenía que entrar en contacto con Dios. Las personas se volvían impuras, entre otras cosas, por tocar un cadáver humano (Núm. 19:11) o de animal (Lev. 5:2), o sangre (Lev. 15:19, 20). Esas personas eran separadas del Santuario y de los demás. La santidad designaba la esfera de Dios como la fuente misma de la vida. El contacto con el Santo era un don de la gracia, y brindaba oportunidades de que los israelitas disfrutaran de vida espiritual, social y física. La comprensión bíblica e integral de la vida humana no nos permite separar la salud espiritual de la salud física. 2. Las leyes alimentarias: Las leyes relacionadas con los animales limpios e inmundos legislan lo que el pueblo de Dios debería comer o no. En cierto sentido, es un caso de medicina preventiva, al igual que cualquier buen régimen alimentario. Aunque lo inmundo empuja a las personas hacia la esfera de la muerte, el consumo de animales limpios podía ayudarlos a disfrutar todo lo posible de la vida en un mundo impuro. En términos estrictos, no son leyes rituales, porque la impureza de los animales es permanente y se transfiere solo al comer su carne, no por el contacto. A pesar de ello, la motivación bíblica explícita para la obediencia que brinda el texto es la santidad de Dios (Lev. 11:44). Dios es santo, y él quiere que su pueblo sea santo. En un mundo caracterizado por la impureza y la muerte, Dios sigue siendo santo y la fuente de vida. Llama a su pueblo para que se distancie de lo impuro/la muerte. Esto no solo se refiere a la vida espiritual, sino que implica disfrutar de la vida ahora al practicar principios apropiados de salud. 3. Principios sanitarios: También hallamos, integrados a las leyes rituales, principios sanitarios. Acaso baste con algunos ejemplos. Ya mencionamos la prohibición de tocar un cadáver humano o animal (Lev. 17:15). El agua jugaba un papel importante después de que una persona entraba en contacto con lo impuro, aun en casos cuando un enfermo escupía sobre otra persona (Lev. 15:7, 8). El agua quitaba el contagio. También se practicaba el aislamiento o la cuarentena para prevenir la diseminación de lo impuro (por ej., Núm. 31:21-24), que en algunos casos incluía enfermedades particulares (por ej., 15:26, 27). La manera apropiada de desechar los excrementos humanos estaba legislada para prevenir la diseminación de enfermedades infecciosas y, probablemente, para eliminar olores (Deut. 23:12-14). 4. La salud mental: Dios se interesa no solo en nuestra salud física y espiritual sino también en nuestra salud mental. Muy pocas acciones afectan nuestra paz interna por sobre las acciones que dañan nuestra relación con Dios y los demás. Quedamos con un profundo sentido de culpa, y acaso vergüenza, que nos quita nuestro bienestar interno, o shalom. El Señor proveyó para la restauración de la paz mental mediante el sistema de sacrificios. Los israelitas que pecaban contra Dios u otros israelitas tenían que llevar al Señor una ofrenda por la culpa o el pecado para que el sacerdote hiciera expiación por ellos (Lev. 4:1-12; 6:14-16). Aun en casos en que los individuos no sintieran paz interior y sospecharan haber cometido un pecado que no podían recordar o especificar, el Señor los invitaba a llevarle un sacrificio para restaurarles la paz interior (Lev. 6:17-19). El perdón divino es la mejor medicina para el sentimiento de indignidad, remordimiento y culpa. Por medio de Cristo ya se ha hecho provisión para nosotros. Aun vivimos en un mundo de pecado, enfermedad y muerte. En el presente se nos hace imposible escapar totalmente de ello. Aguardamos el día en que Dios restaurará la salud plena y permanente de la raza humana. Por ahora, seguimos sus instrucciones y aguardamos con ansias su venida.