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Escrito por Ángel Manuel Rodríguez
¿Apoya la Biblia la ordenación de las mujeres al ministerio pastoral?
No responderé su pregunta de manera directa, pero comentaré las razones por las cuales la iglesia está dividida en este tema. Permítame hacer dos comentarios preliminares. En primer lugar, la iglesia no ha tomado una posición oficial sobre el sustento bíblico –o la falta de este– de la ordenación de las mujeres al ministerio. Se ha votado simplemente en contra de que cada División de la iglesia mundial tome la decisión por su cuenta. La iglesia mundial tiene que ser responsable de la decisión final. En segundo lugar, no debemos colocar este tema a la altura de una creencia fundamental. Hasta donde sé, la ordenación al ministerio no era prueba de la comunión cristiana en la iglesia apostólica. Con esto en mente, hablemos de las razones de la problemática actual.
1. Teólogos liberales: El mayor apoyo a la ordenación de la mujer al ministerio pastoral provino de los teólogos adventistas más liberales, que usaron el texto bíblico, pero también mantuvieron su postura desde un punto de vista sociológico y moral. Fueron influenciados por el movimiento feminista, que enfatiza la igualdad de los sexos y la liberación femenina de una sociedad controlada por los hombres. Para ellos, la igualdad hacía que la ordenación de las mujeres fuera un mandato moral. Tal retórica, de parte de un grupo que había cuestionado algunas de las doctrinas distintivas de la iglesia, produjo una reacción casi inmediata en contra de la medida.
2. Teólogos de la corriente predominante: Estos teólogos están plenamente comprometidos con el mensaje y la misión de la iglesia. Resultó sorprendente que estuvieran divididos respecto del tema, y aún lo están. En este caso, lo que está en juego es la interpretación bíblica. Los teólogos que no hallan sustento bíblico para la ordenación de la mujer han expresado su parecer, exigiendo un «así dice el Señor» para no ordenar a las mujeres, pero nadie ha podido hallarlo.
Los teólogos que creen que en la Biblia hay suficiente información como para apoyar la ordenación de la mujer también se han hecho oír, exigiendo de sus oponentes un «así dice el Señor» que prohíba la ordenación de las mujeres al ministerio, y nadie lo ha hallado. Ambos grupos defienden su postura mediante inferencias extraídas de pasajes específicos. El debate está compuesto por argumentos; por quién puede producir los mejores argumentos. En tales debates, a menudo se cae inevitablemente en el orgullo teológico: nadie quiere ceder. Algunos se autoproclaman defensores de las Escrituras, en contra de otros teólogos que, según creen, no son tan leales a las Escrituras. Y el debate continúa.
3. Adventistas de la extrema derecha: Este grupo está muy influenciado por teólogos conservadores que se oponen a la ordenación de la mujer al ministerio pastoral y consideran que este tema es promovido por los teólogos liberales. Al hacerlo, ignoran a los teólogos conservadores que están a favor. Este grupo tiene gran influencia entre los feligreses que sostienen algunos ministerios independientes que a veces muestran una actitud sumamente negativa hacia el liderazgo de la iglesia. Suelen ver la ordenación de la mujer como un potencial acto de apostasía.
4. Influencia de la cultura: En muchos países del mundo, la función de la mujer en la sociedad es muy limitada, y la idea de igualdad no es una idea predominante. En esos territorios, no es difícil que los feligreses y los líderes cuestionen y se opongan a la ordenación de la mujer al ministerio pastoral. Estos individuos se inclinan naturalmente por aceptar la palabra de los teólogos que afirman que esta práctica no cuenta con apoyo bíblico.
¿Qué podemos hacer? Deberíamos trabajar y orar para sanar las heridas. El debate teológico indica que, en este caso en particular, la Biblia no es tan clara como algunos creen. Ambos grupos deberían recordarlo. Los teólogos en particular han contribuido con el problema al mostrarse dogmáticos y poco dispuestos a escucharse mutuamente.
Acaso ha llegado el tiempo para que todos nos sentemos juntos, analicemos el tema con un espíritu de servicio a la iglesia como cuerpo de Cristo, y oremos para sanar las heridas y ver a dónde nos guía el Espíritu. Esto requerirá humildad y disposición de trabajar juntos por el bien de la iglesia.