La gloria del Señor

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Escrito por Ángel Manuel Rodríguez

Moisés pidió ver la gloria de Dios, pero solo pudo ver su espalda (Éxo. 33:18-23). ¿Qué significa eso? ¿Qué es lo que vio Moisés?

La narrativa es en efecto intrigante, pero no necesariamente difícil de entender. Combina las capacidades humanas de ver y oír con la disposición de ser oído y visto. Tiene que ver con la presencia de Dios con Moisés y, por extensión, con nosotros. Examinaremos el contexto, y entonces comentaremos sobre lo que se oye y se ve.

1. El contexto: El trasfondo de la historia es la adoración del becerro de oro que llevaron a cabo los israelitas en el Sinaí, lo que constituyó una seria violación de su pacto con Dios. Como resultado de ese pecado, el Señor está listo para abandonar a su pueblo en el desierto. Mediante la intercesión de Moisés, Dios promete llevarlos a la Tierra Prometida por la presencia y la conducción de su ángel. Moisés insiste en que el Señor mismo los acompañe. El Señor finalmente accede a su pedido. Lo que sigue es lo que parece ser el deseo de Moisés de asegurarse que el Señor en efecto los acompañará.

2. El pedido de ver: El énfasis de parte de Moisés está en ver. En la Biblia, la realidad o la creación es captada por medio de la vista. Los seres humanos son conscientes del carácter concreto de la realidad, y de que pueden acceder y comprenderla mediante la vista. La vasta creación de Dios está abierta al ojo humano para que el ser humano la disfrute y desentrañe sus misterios. Los libros sapienciales de la Biblia se basan, hasta cierto punto, en esta convicción que incluye observar, analizar y extraer conclusiones de lo observado. Sin embargo, ¿qué decir cuando se refiere a ver lo que no es parte de la creación, a saber, al Creador? Al no ser parte de la creación, él no puede, por naturaleza, ser aprehendido por el ojo humano.

Moisés presenta su pedido con suma cautela: «Por favor, muéstrame [har‘eni, «hazme ver», «haz que pueda ver»] tu gloria» (Éxo. 33:18). El ojo humano puede ver a Dios solo cuando el Señor se hace accesible a la vista. Lo que Moisés quiere ver específicamente es la «gloria» (kabod, «peso», «gloria») de Dios, y Dios le niega el pedido, porque «ningún hombre podrá verme y seguir viviendo» (vers. 20). Sabemos que Moisés y los israelitas habían visto previamente la gloria del Señor y no habían muerto. Esto indica que Moisés ansía una experiencia que está más allá de esas manifestaciones de la gloria de Dios oculta en la nube de su presencia. Quiere ver la gloria de Dios sin intermediarios; verlo en la majestad, poder y fulgor de su ser. Moisés parece estar pidiéndole al Señor que ingrese al mundo así como él realmente es, porque esto garantizará que en efecto, Dios acompañará a su pueblo en su viaje a Canaán. Sin embargo, las criaturas finitas no pueden observar la plenitud del Infinito y sobrevivir la experiencia.

3. Ver por medio del oído: Moisés verá la «bondad» de Dios no por medio de sus ojos, sino por medio de sus oídos. Sí, el Señor descenderá en la gloria de su majestad para hablar con Moisés, para darle lo que necesita, es decir, una proclamación de su nombre, de su carácter, como Yahvé/el Señor. El problema del pecado del pueblo no sería resuelto mediante una demostración abrumadora de la gloria de Dios, sino mediante la revelación de su carácter. El Señor es un Dios misericordioso y clemente (vers. 19), quien siempre está listo para perdonar «la iniquidad, la rebelión y el pecado» (Éxo. 34:7). ¡Así es él! Eso es lo que «verá» Moisés.

La narrativa se vuelve íntima, porque Dios le pide a Moisés que se pare sobre la peña (probablemente el Sinaí) y espere. En el momento apropiado, Dios lo protegerá de la majestad de su gloria al ocultarlo «en la hendidura de la peña», cubriéndolo con su mano. Moisés experimentará la realidad de la presencia de Dios, pero solo verá las «espaldas» de Dios (Éxo. 33:12, 23), no su rostro. Moisés solo vio un resplandor de la presencia fulgurante de Dios después del paso de su gloria invisible. El mensaje parece claro: podemos ver mejor la presencia de Dios después de su acción salvífica en nuestro favor. Por ahora, solo podemos ver sus espaldas.