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Escrito por Ángel Manuel Rodríguez
¿Por qué Dios escogió a la nación de Israel y no a otra?
La Biblia nos brinda importante información en relación a su inquietud y consulta.
1. LA ELECCIÓN DE ABRAM
Para entender mejor el llamado que recibió Abram (Gén. 12:1-3), debemos colocarlo dentro del contexto de los eventos posteriores al diluvio. Después del diluvio, el nuevo comienzo de la raza humana pronto se vio afectado por una búsqueda de la supervivencia basada en el orgullo humano (Gén. 11:4). De esa corrupción espiritual se originaron las naciones de la tierra. En ese marco, Dios no permitió que la condición de las naciones frustrara o volviera inefectivo su plan. Si él no podía usar a las naciones de la tierra para lograr su propósito universal, entonces estaba listo para crear una nueva nación mediante la cual se cumpliría su propósito de salvación.
Esta nueva creación no implicaba rechazar a las demás naciones; por el contrario, revelaba la profunda preocupación de Dios por ellas. La elección de Abram fue el primer paso de Dios para la creación de un pueblo mediante el cual él bendeciría a todas las naciones. La gracia estaba a disposición de los seres humanos más allá de su nacionalidad o raza. Por lo tanto, la elección de Israel nos habla de inclusividad. Esto se muestra en el hecho de que Dios escogió a Egipto como el lugar en el que las doce tribus se convertirían en un gran pueblo. Egipto fue el «vientre» en el que Israel creció para entonces nacer al momento del Éxodo. Triste es decirlo, pero Egipto en lugar de cooperar con el Señor, se le opuso con resultados catastróficos. Fue finalmente en el Sinaí que las tribus se convirtieron en el pueblo de Dios y Yahvé, en su Dios.
2. TODO POR GRACIA
Israel no podía aducir superioridad sobre las naciones por su elección, porque la elección estaba profundamente cimentada en la gracia divina que constituyó a ese pueblo como siervo de las naciones (Éxo. 19:6). Dios dejó en claro que no escogió a Israel porque era un pueblo grande, sino porque era «el más insignificante de todos» (Deut. 7:7, NVI). Fueron escogidos porque Dios estaba cumpliendo las promesas que había hecho a los patriarcas: «Él se encariñó con tus antepasados y los amó; y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todos los pueblos, como lo vemos hoy» (Deut. 10:15, NVI). La elección se produce en el contexto del amor y la gracia divinas, no en los méritos de las personas.
3. EL PROPÓSITO DIVINO
La nueva nación, creada a partir del amor y la gracia divinas, tenía un propósito dado por Dios: Ser bendición para todas las naciones de la tierra. A Israel se le confió las bendiciones de Dios para las naciones, en particular mediante la promesa y la llegada futura del Mesías. El pueblo de Dios mantuvo viva la promesa que Dios había dado a Adán y Eva respecto del Hijo mesiánico que vendría, hasta que su llegada como el Hijo encarnado anunció la salvación a las naciones (Luc. 2:30, 31). También le confió a Israel su plan divino de establecer un reino que jamás perecería, restaurando la paz y la armonía sobre la tierra. Pablo resume el objetivo divino para Israel: «De ellos son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre! Amén» (Rom. 9:4, 5, NVI). Todos esos dones fueron encomendados a los israelitas, pero diseñados para la raza humana. Somos parte de esa manifestación maravillosa de gracia y amor.