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Escrito por Ángel Manuel Rodríguez
¿Cuál era el propósito de quemar incienso en el Santuario israelita?
En el Tabernáculo se quemaba incienso por varias razones. Dado que era principalmente un polvo, se necesitaba el fuego para liberar su fragancia. El altar de incienso, que se encontraba frente al velo que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, era donde se podía quemar incienso. Tenía aproximadamente medio metro de ancho y medio de largo, y un metro de altura (Éxo. 30:1-10). En cada uno de sus cuatro extremos tenía un cuerno, y es probable que se quemara el incienso sobre su superficie.
1. Razones prácticas: El incienso era común en todo el Antiguo Cercano Oriente en ámbitos no religiosos. Por ejemplo, en la mayoría de las casas se tenía cerca a los animales, y quemar incienso dentro del hogar ayudaba a contrarrestar los olores. El Santuario era la residencia de Dios entre los israelitas; es probable que la aspersión de sangre y el sacrificio de animales haya producido algunos olores desagradables. El respeto por la deidad residente exigía controlar la contaminación. Eso podía lograrse, entre otras cosas, al quemar incienso sobre el altar sagrado. Sin embargo, el texto bíblico no se refiere explícitamente a esa función práctica, sino que enfatiza el significado simbólico del ritual.
2. Servicios diarios: El sacerdote entraba cada día al Lugar Santo para quemar incienso. Tenía que quemarlo «cada mañana, al preparar las lámparas», y otra vez cuando encendía «las lámparas al anochecer» (Éxo. 30:7, 8). No se da una razón específica para el ritual, pero el contexto brinda algunos indicios de su significado. El incienso usado en el Tabernáculo era fabricado a partir de una receta que el Señor le dio a Moisés. Los israelitas no tenían que producir su propio incienso usando esa receta (30:34-38). Por lo tanto, era «santísima» (vers. 36). Tenemos aquí un producto que, al ser de origen divino y santo, podía funcionar como medio para acercarse al Señor, dado que se encontraba entre Dios y el sacerdote. Podía mediar la presencia de Aarón, como representante del pueblo, ante el Señor. Al quemar incienso, Aarón se acercaba más al Señor que en cualquiera de los demás servicios diarios, porque detrás del velo que estaba junto al altar, se encontraba el Arca del Pacto (Éxo. 40:26). Es por ello que la Biblia asocia el incienso con la oración, como una manera de acceder al Señor; como algo que torna aceptable la oración (Sal. 141:2; Luc. 1:10; Apoc. 5:8; 8:3). Los cristianos hallan en el incienso un símbolo de los méritos de Cristo, que tornan sus oraciones, y a ellos mismos, aceptables a Dios (Juan 16:23, 24).
3. Expresión de la compasión divina: La función mediadora del incienso alcanza la cúspide durante el Día de la Expiación, cuando, antes de ingresar al Lugar Santísimo, el sumo sacerdote tomaba un incensario y colocaba en él brasas encendidas para quemar incienso (Lev. 16:12, 13). En este caso, se da el significado del ritual: «Para que la nube de incienso cubra el propiciatorio que está sobre el arca del pacto. De esa manera Aarón no morirá» (vers. 13, NVI). La gloria de Dios era revelada en el propiciatorio; como tal, podía ser mortal para los seres humanos.
En este caso específico, la nube de incienso tenía dos funciones principales. Era el lugar donde el Señor aparecía «en la nube por encima del propiciatorio» (vers. 2, NVI). Pero también envolvía a Aarón para protegerlo de la ira divina. El incienso tocaba tanto las esferas divinas como humanas, posibilitando que Dios y su siervo entrasen en contacto mutuo en una atmósfera de un amor que preserva la vida, y que permitía que Aarón pudiese servir al Señor.
El simbolismo del ritual encuentra su expresión última en la obra de Cristo. Él es el Incienso divino que nos pone en contacto con Dios, mientras que nos salva de la ira del Señor (cf. Efe. 2:3, 4). Él es el Incienso/Mediador por nosotros. Los que son llenos del incienso de salvación de Cristo también llegan a ser una expresión del «grato olor de Cristo entre los que salvan» (2 Cor. 2:15).